El primer año tan solo elaboramos unos 200 litros de “oro líquido” y con el mayor cariño lo embotellamos y etiquetamos nosotros mismos. La aceituna utilizada fue, y es hoy en día, en su totalidad de procedencia trabuqueña, distintas fincas aportaron su fruto para ese primer AOVE elaborado en la almazara Haza del Duque en Salinas y la fecha de molturación a finales del mes de enero.
Diferentes formatos fueron distribuidos en el mercado local, íbamos tienda por tienda ofreciendo nuestra cosecha: «Aceite de oliva virgen extra variedad hojiblanca». Nos miraban escépticos, curiosos, casi sin dar crédito del atrevimiento de elaborar un aceite que rompiese con el estándar tradicional de los aceites de la zona: maduros, suaves, de color dorado. Nosotros apostamos por otra forma de trabajo, otras fechas de recolección, y diferentes formatos de envasado. El resultado de esa “prueba de fuego” fue más que satisfactorio, la aceptación general de nuestro AOVE nos llevo a repetir experiencia un año después.
La misma ilusión, tesón, pasión y trabajo nos llevaron a duplicar la producción y a ser más ambiciosos, queríamos llegar más lejos y sobre todo ser mejores, mayor calidad era y es la máxima que orienta los pasos a dar: realizar analíticas periódicas en campo para determinar el estado de la fruta, encontrar el momento óptimo de maduración y rendimiento, realizar cursos de cata en diferentes lugares para conocer lo que el resto de productores eran capaces de elaborar, formación continua, recorrer la geografía visitando diferentes ferias y exposiciones, nuevos proveedores, botellas, tapones, etiquetas, otras almazaras con diferentes formas de trabajo, para que el resultado final fuese el mejor posible. Porque esa es la base de nuestro “éxito”: la constante búsqueda de la excelencia, la humildad para reconocer nuestras carencias y el espíritu curioso para seguir aprendiendo.